domingo, 17 de mayo de 2009


ALEPH


PROCESO DE TRABAJO

Fotografías - Maqueta



Armarios

IMAGENES PENSADAS PARA LAS PUERTAS

Universo

Nacimiento

(Nota: Tan sólo fueron bocetos, no forman parte de la pieza actual.)
Teoría

LA CÁBALA

En esencia, la Cábala (palabra que significa «recibir» para algunos, «clave» para otros) es una «ciencia» que busca el significado del mundo y la «verdad». Puede entenderse de una forma metafísica, buscando la iluminación, o se puede entender como un medio a través del cual llegar a conocer la realidad que nos rodea. Kabalística es la afirmación de que «el conocimiento absoluto no tiene objeto sino que es un medio». Para los Kabalistas, el lenguaje es creador y la Torá contiene todos los textos, todas las combinaciones que pueden darse para crear otros mundos y otras realidades. Los Kabalistas entienden que el nombre de Dios está formado por todas las letras que componen el alfabeto y que éste, por tanto, tiene múltiples formas. Dios se sirvió de las letras para crear el universo a través de sus emanaciones o sefirot.




El Aleph (letra 1 de la cábala)



La primera letra-fuerza es el Aleph. El Aleph representa lo primordial, el soplo primigenio salido de Kether, el Padre, encerrando en sí todas las potencialidades, pero sin configurar ninguna realización material. Es un poder energético, sin el cual nada podría hacerse. Es el principio de todas las cosas; es designio divino y, en el plano humano, es un vasto propósito, vasta predisposición para algo que nos sobrepasa, que está más allá de nosotros mismos. En nuestro actual estado evolutivo, no podemos identificarnos conscientemente con el Aleph y cuando esa fuerza es activa en nuestra vida, nos utiliza inconscientemente como instrumentos de Dios...Respecto a los elementos, el Aleph representa el primer estadio del Fuego. Es fuego en semilla, ese fuego que se encuentra en lo profundo de todas las cosas y que les permite arder al contacto con la llama. Hasta en la piedra encontramos encerrado el Aleph, y si rascamos dos piedras, surge la chispa que delata esa presencia, principio de todo lo creado.Es muy difícil canalizar positivamente la energía del Aleph, puesto que a través de él Dios insufla Su voluntad en el ser humano, poniendo en su alma un designio que lo impulsa a abandonarlo todo para proceder a su realización. Dicen los cabalistas que Aleph es vida-muerte-vida, en el sentido de que, siendo la fuerza que produce la vida, es también la que destruye toda cristalización.
Nota: Kether: Un ser espiritual para destacar es la figura de Kether que, según la cábala, es el primer Sephirah, la más elevada de las emanaciones divinas.
Kether tuvo su última encarnación én Aní, el 4ºplaneta de la estrella 47 Ursae Majoris, a 35 años luz de nuestro sistema solar. Allí fue nombrado El Anciano de las Rotaciones. En la Tierra se conoce a Kether como El Anciano de los Días.


El Qof (letra 19 de la cábala)





La decimonovena letra-fuerza es el Qof. Con ella se produce un nuevo retorno a la unidad, ya que 1 + 9 = 10. Se inicia así el tercer ciclo de letras, regido globalmente por Binah. El soplo primordial del Aleph se ha interiorizado en el Yod, y en el Qof es fuerza expansiva controlada, creadora de un nuevo universo...

El Yod (letra 10 de la cábala
La décima letra-fuerza es el Yod. En la tabla alfabética vemos cómo el Yod encabeza la segunda fila de letras, situándose debajo del Aleph. Con el Yod se produce un retorno a la unidad, pudiendo decirse que el Yod es un Aleph interiorizado, o sea, el manantial de vida que en el Aleph es la simiente de todas las cosas, en el Yod es una fuerza que actúa desde nuestro interior y que, por lo tanto, nos da la posibilidad de crear todas las cosas.Diremos así que el Yod es un Aleph en fase He, es decir, el poder divino plantado en nuestra tierra humana que es el cuerpo físico, estableciendo así en nosotros la base racional para la comprensión de la obra divina, puesto que nada puede comprenderse si no se lleva dentro la clave que ha de permitir esa comprensión. (Por ejemplo, si hemos aprendido francés, poniéndonoslo «dentro» de nosotros, entenderemos el francés que se nos habla desde el exterior)...

Jorge Luis Borges (1899 – 1986)
Fue un escritor argentino, considerado uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y en el pensamiento humano, ha sido objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones. Trasciende cualquier clasificación y excluye cualquier tipo de dogmatismo.[] Pocos escritores han repercutido tanto en la imaginación de los hombres.


Extractos del cuento de J. L. Borges: “El Aleph”

La verdad no penetra un entendimiento rebelde. Si todos los lugares de la Tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.
Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es…
En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.
Historia de los armarios

El armario es conocido al menos desde la época romana según aparece en las pinturas de Herculano. Aunque en un principio sólo sirviera para contener armas, según indica su nombre, pronto se utilizó para guardar todo tipo de objetos. En la Edad Media, con excepción de las iglesias y monasterios, servía sólo para encerrar las armas y armaduras pues los demás objetos se guardaban en arcas o en sencillos aparadores. Pero ya desde principios del siglo XV se usaba como armario con el mismo fin que ahora y sus puertas se decoraban con relieves cuando antes sólo llevaban pinturas. En los siglos XVI y XVII se usaban elegantes armarios de dos cuerpos y desde el siglo XVIII se construyen armarios-vitrina y bibliotecas-vitrina como dignos muebles de salón y de gabinete.

Los espejos. Folklore

El espejo ocupa un lugar importante en la mitología y las supersticiones de muchos pueblos. La imagen que en él se refleja se identifica a menudo con el alma o espíritu de la persona: de ahí por ejemplo que los vampiros, cuerpos sin alma, no se reflejen en él. Cuando un moribundo está a punto de dejar este mundo, es común que se cubran los espejos, por temor a que el alma del agonizante quede encerrada en ellos.
El espejo se concibe, así, como ventana al mundo de los
espíritus. La leyenda urbana de Verónica aprovecha ejemplarmente esta visión. Viceversa, el mundo de los espíritus tiende a imaginarse como una contrapartida especular del de los vivos. Lewis Carroll desarrolla magistralmente la idea del espejo como entrada a un mundo inverso en la segunda parte de las aventuras de Alicia.
El espejo es también objeto frecuente de consulta: se le juzga capaz de mostrar sucesos y objetos distantes en el tiempo o el espacio. En el cuento de
Blancanieves, el espejo tiene la facultad de hablar y responde a las preguntas que le formula la madrastra. J. R. R. Tolkien retoma con su célebre «espejo de Galadriel» la tradición del espejo capaz de mostrar el futuro. En la novela Harry Potter y la piedra filosofal, de J. K. Rowling, aparece el espejo de Oesed (Deseo leído a la inversa), que no refleja la imagen de quien lo contempla, sino sus deseos más profundos.El Aleph